SARA MUERZA , EUAV Programme
Ser vendedora ambulante y madre de dos niños pequeños supone que la conciliación familiar sea un reto difícil de conseguir. La realidad de Génesis Puerta, migrante venezolana residente en Lima Metropolitana, contiene la historia de miles de familias. Por suerte, su situación ha mejorado desde que su hijo de un año y su hija de nueve empezaran a asistir a Morada de Dios, uno de los Espacios Amigables en los que Acción contra el Hambre Perú apoya a la infancia más desfavorecida con el respaldo de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados.
En estos espacios, un equipo de psicólogas y animadoras educativas brindan atención a niños, niñas y adolescentes de familias refugiadas y migrantes a través de sesiones que promueven la integración y el desarrollo a nivel psicomotor, cognitivo y socioemocional.
Por otro lado, se busca que este acompañamiento ayude a las familias a fortalecer sus capacidades tales como la búsqueda de empleo y la regularización de documentos mientras sus hijos e hijas juegan y aprenden en espacios seguros.
Génesis lleva a su hijo más pequeño temprano y su hija mayor acude después de la escuela. “Estoy tranquila al saber que mis hijos están bien cuidados, a mi hija le encantan los talleres de expresión artística, se ha vuelto más creativa”, explica.
El arte como terapia
El retorno a las actividades presenciales en los Espacios Amigables después de dos años en modalidad virtual trajo consigo varios desafíos para la adaptación de los infantes y adolescentes como, por ejemplo, la capacidad para construir rutinas y habilidades sociales.
Graciela Torres, psicóloga de los Espacios Amigables, explica que uno de los logros alcanzados gracias al proyecto ha sido el fortalecimiento de las competencias académicas y sociales. Dentro de las distintas actividades que se implementan, Torres destaca aquellas que favorecen la expresión artística. “El arte permite expresar de diversas maneras el sentir, es por ello la importancia de incluirlo, ya que ayuda a la salud mental y gestión emocional. Además de ello, potencia las habilidades motoras finas, cognitivas y sensoperceptivas”.
Para Elena Miura, voluntaria en el taller de expresión artística de los Espacios Amigables, la relevancia del arte se debe a la misma práctica artística que está basada en su mayoría en la búsqueda constante de soluciones a problemas basadas en la creatividad. “Estamos hablando de una herramienta multidimensional para la persona. Se trabajan metodologías bajo estas miradas, fortalece procesos creativos y desarrolla habilidades que dentro de la educación tradicional no se trabajan en su totalidad”, detalla.
Durante las sesiones del taller de arte, Miura pudo observar cambios significativos en el comportamiento de las y los participantes. “Aprenden el respeto por su trabajo, por el trabajo de los demás, aprenden a interiorizar el acto de observar sus logros y el de los demás, así como a percibir su entorno”, apunta.