Perú fue uno de los primeros países de América del Sur en decretar un aislamiento social obligatorio para prevenir la propagación del coronavirus. El país contenía la respiración con la esperanza de que la crisis terminara pronto, pero meses más tarde la Covid-19 sigue golpeando con fuerza.
Para alrededor de los 800.000 refugiados y migrantes procedentes de Venezuela que viven en Perú, la pandemia es un problema añadido a su situación de vulnerabilidad. La mayoría de ellos dependen de trabajos informales para ganarse la vida. En esta situación, el hecho de quedarse en casa, aunque sea una mediada necesaria para proteger su salud, significa que no pueden salir a trabajar, a procurar un sustento para sus familias.
Tomás Bermúdez y su familia viven en Lima desde 2018, cuando decidieron marcharse de Venezuela. Antes de que la pandemia se extendiera por la capital del país andino, él trabajaba como obrero de la construcción, pero cuando comenzó el aislamiento social perdió el empleo. Lo mismo le ocurrió a Margarita, su pareja, que se dedicaba a la venta ambulante en las calles. En esta situación, hace meses que no perciben ingresos y deben mantener a sus dos hijos, Luis de 8 años y Luisana de 14.
Con la financiación de la Unión Europea, Acción contra el Hambre está apoyando a familias como la de Tomás y Margarita en Perú mediante la asistencia psicológica, el asesoramiento en salud sexual y reproductiva y la entrega de kits de higiene. Además, nuestra organización ha coordinado la distribución de alimentos en una red de refugios y albergues para personas migrantes. En estos centros se presta especial atención a los grupos más vulnerables y expuestos al contagio del coronavirus: ancianos, niños y niñas menores de cinco años y personas con diversidad funcional reciben las comidas diarias necesarias para garantizar una dieta sana. De igual modo, el personal que trabaja en los albergues también ha recibido los equipos de protección necesarios y formación específica para trabajar en este contexto.
Tomás y Margarita junto a sus dos hijos, Luis y Luisana, quienes abandonaron Venezuela en 2018, cuando la situación se había vuelto insostenible para la familia. Debido a las medidas de aislamiento social, tanto Tomás como Margarita perdieron su trabajo y han estado sin percibir ingresos durante meses, encontrándose en una situación muy similar de la que huyeron.
La familia vive en una pequeña habitación individual en Lima, donde pasan todo el día. No han podido pagar los S/ 420 de alquiler mensual durante meses y dependen de la benevolencia del. La habitación tiene una cama donde duerme la pareja. Los niños se acomodan en una colchoneta en el suelo que permanece escondida bajo la cama durante el día para liberar unos metros de espacio.
La cocina de la pequeña habitación está fuera y la electricidad no siempre funciona. Muchas veces hay que improvisar y preparar la cena para la familia sin luz.
En Perú cerraron los colegios, por lo que los niños Luis de 8 años y Luisiana de 14 años estudian en casa. En Venezuela Margarita era maestra y ahora apoya a sus hijos con los estudios. El acceso a la educación será uno de los grandes retos de la pandemia.
Mantener la casa limpia es una de las medidas para evitar la propagación del coronavirus. Poder comprar todos los productos que se necesitan puede ser imposible para una familia sin recursos.
Con el apoyo de la Unión Europea también estamos distribuyendo kits de higiene en Lima, garantizando que las personas más vulnerables puedan acceder a materiales de prevención y protección frente al coronavirus.
Los kits contienen productos para la higiene personal y otros para la limpieza y desinfección de los hogares. Para definir qué tipo de productos se incluían se llevó a cabo una identificación de necesidades con las personas migrantes, contribuyendo al bienestar psicosocial de estas.
Vivir el confinamiento en una pequeña habitación sin trabajo y lejos de su país es una situación estresante. La carga mental se duplica en los casos en los que hay menores en la familia. Gracias a los fondos de la Unión Europea, Acción contra el Hambre organiza sesiones de apoyo psicológico a las que asisten personas como Tomás, donde se trabajan estrategias para hacer frente al estrés y la ansiedad.
Dentro de su situación, la familia de Tomás valora la solidaridad. Junto con otras personas, recogen parte de las pocas cosas que tienen, ya sea comida, jabón o una manta, para ayudar a quienes están en una situación más vulnerable. Él y su hija caminan por el vecindario para entregar la ayuda que han recolectado en el vecindario.