Por Isabel Trillo, EUAV Programme
Keyla Calderón llegó al Albergue Amachana en el mes de febrero del 2020. Llegó gestando junto a su esposo y su hija, una niña con discapacidad mental. Sus amistades le contaron que había albergues para la población refugiada y migrante “Decidí inscribirme, sin muchas esperanzas porque la lista de espera era muy larga. Pero me dieron prioridad por la situación de vulnerabilidad de mi hija y porque estaba gestando”.
Con la pandemia, el Estado Peruano ordenó cuarentena obligatoria y todos los restaurantes dejaron de funcionar por lo que el esposo de Keyla se quedó sin trabajo. Un día después que iniciará la cuarentena nació Christian.
“Encontrar refugio en el albergue fue una bendición porque en el momento que nació mi hijo todo estaba paralizado por la pandemia. Me ayudaron con pañales para mi bebé y nunca nos faltó la comida. Si no hubiera entrado en el albergue, lo habríamos pasado muy mal porque otros compatriotas míos no tenían qué comer.”
El albergue se sostiene por la fuerza del trabajo voluntario de sus habitantes y la ayuda que reciben de organizaciones como Acción contra el Hambre en Perú. Actualmente en el albergue conviven 6 familias de migrantes con niños y niñas compartiendo áreas comunes como: la cocina, un patio, un salón y los baños. Entre las familias se dividen la limpieza del hogar y las tareas de la cocina por turnos, definiendo también el menú del día. Es así como nombraron a Keila, coordinadora interina de todo el albergue.
“Antes de convertirme en coordinadora hice capacitaciones en temas de protocolos de bioseguridad, de incendio y de sismo para explicar a las personas que viven en el albergue cómo deben responder. Además, en el día a día me hago cargo de recibir las canastas de alimentos y estar pendiente de que se cumplen todas las normas del albergue: no se pueden recibir visitas, no se puede fumar ni beber alcohol y debemos mantener las áreas del albergue cuidadas.”
Acción contra el Hambre Perú con el apoyo de la agencia de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados da soporte en alimentación a los albergues con la entrega de canastas de alimentos perecibles y no perecibles, capacitaciones en seguridad alimentaria y controles periódicos para detectar la anemia en los menores de 5 años.
“Acción contra el Hambre, nos hace llegar canastas con diferentes productos: sangrecita para los niños con anemia, frutas, verduras e incluso productos venezolanos como el grano negro o la harina P.A.N que utilizamos los domingos porque nos reunimos todas las familias y cocinamos una comida típica venezolana.”
Todas las familias que conviven en el albergue guardan las normas de seguridad y limpieza, comparten momentos juntas y tienen reuniones de convivencia para solucionar pequeños problemas. “En el albergue yo me siento segura y me gusta la convivencia, es buena, nos respetamos y nos ayudamos mutuamente. Al final todas las personas somos venezolanas y me siento como en casa. Y para mi hija también es bueno, al principio los demás niños le tenían miedo porque la veían diferente, pero ahora la aceptan y la cuidan.”
Antes de vivir en el albergue, Keyla no conocía a las organizaciones implicadas, ahora tiene un sentimiento de gratitud: “Me siento muy agradecida con las organizaciones: Acción contra el Hambre y ACNUR, porque nos han ayudado psicológicamente, nutricionalmente y en la gestión de riesgos.”