Maholy Sánchez, es una joven venezolana quien, a pesar de tener un trabajo estable y bien pagado, lo que ganaba no le alcanzaba para poder abastecer su hogar de alimentos, productos de primera necesidad o medicina.
Por lo que se vio obligada de salir de su país tanto por la grave crisis económica como por la persecución política que sufría su familia. Emigró hacía Perú en diciembre del 2017, junto a un grupo de 11 personas, entre ellos su esposo y sus dos hijos. Fue un viaje complicado porque al ser un grupo grande los recursos con los que contaban eran menos.
Actualmente vive en Lima, en el distrito de San Juan de Lurigancho en un cuarto alquilado donde convive con toda su familia.
Al llegar, tuvo la suerte de contar con oportunidades laborales que, aunque eran informales, le permitieron poder mantener a su familia y aportar en el pago de la renta y los servicios.
La llegada de la pandemia significó, para ella y su familia, un retraso económico y golpe emocional fuerte porque luego de ya tener dos años trabajando de manera estable, los ingresos se detuvieron repentinamente.
Esto le trajo principalmente deudas con el arrendatario del lugar en donde vive, quien decidió regular los servicios de luz y agua para evitar que el consumo haga que su deuda aumentara. Pero en estas circunstancias en las que sus hijos no pueden salir y tienen que estudiar de manera virtual, el hecho de no contar con el servicio de luz de manera continua durante el día fue un gran problema.
La ayuda brindada por la Cooperación Española y Acción contra el Hambre llegó justo a tiempo a la vida de Maholy, cuando ella ya no contaba con recursos ni para pagar el alquiler o comprar comida.
Maholy Sánchez agradece infinitamente la gran ayuda, porque sabe que no solo ella y su familia se ve beneficiada sino también otras familias con niños y adultos mayores que en este tiempo de pandemia son los más vulnerables.